Edificio

Por Claudio Pelaez Sordo

Estado actual del edificio donde viví 22 años

Estado actual del edificio donde viví 22 años

Dicen que lo van a derrumbar, que esa es la forma más fácil de poder hacer otro. No dudo, con la suerte que han corrido sus semejantes, terminen levantando un parque en su lugar.

Aunque hoy luce una fachada decadente, sin ventanas, al borde de ser escombros, fue allí donde encontré cama para mi sueño. No supe hasta mi uso de razón que vivía en un lugar declarado inhabitable, pero preferíamos eso antes de estar en un albergue esperando turno para recibir casa. Incluso, preferíamos que nos cayera encima antes de convivir en un lugar donde lo único que no se comparte es la comida.

Allí enfrenté los ciclones más feroces, siempre bajo el temor de que ese sería el último. Pero cada vez que salía triunfante de los vientos huracanados hacía gala de su fortaleza, de lo buena que eran las construcciones antes del Triunfo de la Revolución. Venció a huracanes tan fuertes como el Charlie del año 2004, al Katrina que devastó al sur estadounidense.

Detrás había una cancha que se convirtió en mi lugar rutinario después del timbre de las cuatro y veinte. Allí fui testigo de cómo los grandes reventaban contra la pared la pelota que siempre recogía cuando se escapaba y de cómo apostaban sumas de dinero por un partido, que la revancha podía aumentar o hacer quedar sin deudas. Así comencé a jugar cancha hasta que en mi primera apuesta salí ganador de cinco pesos cubanos que me garantizaron el coquito dulce al salir de la escuela al día siguiente.

Y más allá de la cancha, el mar. Los fines de semana era el primero en levantarme para, carrete en mano, ir a pescar. El calamar que llegaba a la bodega terminaba siendo carnada para los peces que luego mi madre freiría en su sartén. Como todo pescador tenía días buenos y días malos.

Lo que más me seducía de aquel mar frente a mi casa era despertar con una marea alta que desbordaba el pequeño muro que servía como contención. Esos eran los mejores días para si la pesca iba mal, darse un chapuzón con los amiguitos que se despertaban igual de temprano.

El mar me hizo sentir miedo. Y en él vi mi primer reto. Cruzar medio kilómetro a nado en una profundidad de casi veinte metros fue algo que mi madre me prohibió hacer una y otra vez, a lo cual no podía obedecer pues no sería el único del grupo que haría caso a los reclamos de su madre.

Pero el miedo a cruzar el mar no era mayor al miedo de ver cómo nuestro edificio se derrumbaba. Ese era un miedo colectivo. Es por ello que las cartas a todas las autoridades eran constantes. En las reuniones de rendición de cuentas la queja siempre se escuchaba. Fueron casi veintidós años enviando las mismas cartas a las mismas autoridades, dando la misma queja.

Hasta que un día el edificio comenzó a quedarse solo y a ponerse mohoso. La alegría nos había llegado a todos los que habían envejecido con el edificio y a quienes pensamos peinar canas junto a él.

Ojalá su recuperación pueda darles a otros aquellos días de vencer ciclones, de retar al mar, de reventar la pelota. Ojalá no quede reducido a un parque.

8 comentarios

  1. La niña de la casa

    Allí compartí con una familia «loca» y humana… En la esquina de un cuarto redacté las primeras líneas de mi tesis de grado…También en ese lugar… aunque no se menciona…. Me amaron y fui amada… Los desayunos a la cama de Lourdys, los ladridos de Tojosa… y las caricias mañaneras obviaron, sin dudas, lo inhabitable que estaba ese pequeño edificio de 5ta avenida….

    20 de agosto de 2013 en 11:30 PMAgo

  2. Adrian Fuentes

    Muy bueno herma… qué bueno leerte y ver que sigues creciendo… no pares, no te detengas… por ningún motivo!!!

    26 de agosto de 2013 en 11:30 PMAgo

    • Seguro Adrian aqui seguimos sobre todo porque hay amigos como tú…

      2 de septiembre de 2013 en 11:30 PMSep

  3. Curiosidad. Dónde vives ahora?

    26 de agosto de 2013 en 11:30 PMAgo

    • En un edificio que dentro de diez años estará peor que donde vivía hace un año pues los constructores se encargaron de… tú sabes, pero sin duda alguna mucho mejor que donde vivía antes.

      2 de septiembre de 2013 en 11:30 PMSep

  4. Omelis Fonseca Torres

    Muy bueno Claudio!!!!, desde lejos me hizo recordar mi Santa Fé querido.

    7 de febrero de 2014 en 11:30 AMFeb

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